El sentimiento de soledad es algo intrínseco en nosotras mismas, ya que el ser humano ha buscado siempre, por naturaleza, el contacto social.
Las relaciones interpersonales nos aportan seguridad y bienestar, dos aspectos fundamentales para mantener nuestro equilibrio psicológico.
Si piensas en la soledad probablemente lo primero que te viene a la cabeza es la falta de contacto humano. Pero sabes que puedes no llegar a sentirte sola estando sin compañía (soledad social) o en cambio sentirte sola estando rodeada de gente (soledad emocional). La razón de estas situaciones es que la soledad es un estado mental, de la misma forma que también lo son la depresión, la ansiedad o el miedo.
Al instaurarse en nosotras el sentimiento de soledad emocional, acostumbra a venir acompañado de tristeza, angustia, ansiedad o miedo. Por eso es común, en las personas que se sienten solas, sumergirse en un círculo vicioso que les hace perder el interés por el día a día, llegando en los casos más severos a la depresión.
Un aspecto fundamental para comprender el origen del sentimiento de soledad emocional es la combinación de nuestro estado real y la percepción que tenemos de éste. Por esta misma razón es posible que puedas sentirte sola pese a tener una buena red de apoyo social, pero en consecuencia a tu sentimiento de soledad emocional puedes tomar decisiones, a veces inconscientes, para evitar el aislamiento.
En ocasiones, esta situación nos puede conducir a establecer o mantener relaciones interpersonales dañinas que tratan de evitar nuestro aislamiento o la soledad.
El miedo a la soledad se origina por diversos factores:
La influencia social: El miedo al qué dirán
Exceso de responsabilidad, autoexigencia o perfeccionismo: El miedo a fracasar
La dependencia emocional: El miedo al abandono
No obstante debemos tener en cuenta que hay tipos de creencias catastrofistas, absolutistas, autoexigentes y anticipatorias que son también las principales responsables de la aparición del miedo a la soledad.
Todos estos factores pueden derivar en crear relaciones de dependencia emocional o afectiva. Ésta se puede originar al no tener capacidad de soportar nuestra soledad, es entonces cuando empezamos a necesitar personas en torno a las cuales gira nuestra vida. Al llegar a este punto podemos llegar a idealizarlas y tratarlas como nuestras salvadoras.
Normalmente estas personas que vamos a buscar suelen tener personalidades contrarias a la nuestra, son seguras de sí mismas, dominantes, egocéntricas y poco afectuosas.
Cada vez más normalizamos las situaciones en las que se prioriza el bienestar de la otra persona antes que el nuestro, llegando a desatender aspectos importantes de nuestra propia vida.
El miedo a la soledad, al igual que otros miedos condicionan, limitan e interfieren en el modo en el que tomamos decisiones vitales. No se trata de decidir de uno u otro modo, de seguir una determinada ideología, se trata de ser fieles a nosotras mismas, de realizar elecciones con el mayor grado de libertad y responsabilidad que nos podamos permitir.
Debemos, también, tener en cuenta que también tienen gran importancia las vivencias de cada una, cobrando especial importancia los vínculos establecidos con nuestras principales figuras de apego (cuidadores, amigos, familia) en edades tempranas.
Fuentes: Barbenza, M. y Montoya, P. (1991). El sentimiento de soledad. Su relación con los factores de personalidad de Eysenck. Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 23 (1), 101-11. https://www.redalyc.org/pdf/805/80523107.pdf
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Carvajal-Carrascal, G. y Caro-Castillo, C. V. (2009). Soledad en la adolescencia: análisis del concepto. Aquichan, vol. 9 (3), 281-296. https://aquichan.unisabana.edu.co/index.php/aquichan/article/view/1526/1973
Montero, M. y Sánchez-Sosa, J. J. (2001). La soledad como fenómeno psicológico: un análisis conceptual. Salud Mental, Vol. 24 (1), 19-27. https://www.medigraphic.com/pdfs/salmen/sam-2001/sam011d.pdf
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